El uso de Gas Natural Licuado (GNL) como combustible marino ha ganado protagonismo en los últimos años como alternativa más limpia frente a los combustibles fósiles tradicionales. Impulsado por la presión regulatoria en torno a la descarbonización del transporte marítimo y la necesidad de reducir emisiones contaminantes, el bunkering con GNL representa un paso importante hacia una nueva generación de operaciones marítimas más sostenibles.
Sin embargo, este cambio tecnológico y energético plantea también importantes retos operativos, logísticos y de infraestructura. El futuro del bunkering con GNL dependerá de su capacidad para integrarse de forma efectiva en la cadena logística marítima sin comprometer la eficiencia ni la seguridad de las operaciones.
Un combustible más limpio y alineado con la normativa internacional
El GNL se posiciona como una de las principales soluciones a corto y medio plazo para cumplir con las normativas de reducción de emisiones impulsadas por la Organización Marítima Internacional (OMI), especialmente los límites establecidos en el contenido de azufre y las futuras exigencias sobre la huella de carbono de los buques.
Comparado con los combustibles tradicionales, el uso de GNL permite reducir hasta un 90 % las emisiones de óxidos de nitrógeno (NOx), elimina prácticamente las emisiones de óxidos de azufre (SOx) y reduce en torno a un 20-25 % las emisiones de CO₂. Este perfil medioambiental favorable lo convierte en una opción atractiva para los armadores que desean adaptarse a la regulación sin esperar a la madurez de tecnologías aún más limpias, como el hidrógeno o el amoníaco verde.
Expansión de la infraestructura de bunkering: una apuesta estratégica
El avance del GNL como combustible marino ha ido acompañado del desarrollo progresivo de infraestructuras de bunkering en puertos estratégicos de Europa, Asia y América. Cada vez más terminales están habilitadas para ofrecer repostaje de GNL a buques, ya sea mediante sistemas de barcazas, cisternas móviles o conexiones fijas en puerto.
En Europa, proyectos como CORE LNGas hive en España o las instalaciones en Rotterdam, Amberes o Marsella reflejan la apuesta institucional por fomentar una red sólida que facilite la adopción del GNL en el transporte marítimo de corta y larga distancia. Esta infraestructura es clave para garantizar la disponibilidad del combustible, evitar cuellos de botella operativos y dar confianza a los armadores en sus decisiones de inversión en nuevas flotas propulsadas por GNL.
Desafíos operativos y logísticos en la gestión del GNL
Aunque los beneficios medioambientales del GNL están contrastados, su uso operativo requiere superar diversos retos técnicos y logísticos. El principal es la necesidad de adaptar los buques, tanto los de nueva construcción como los existentes, a sistemas propulsados por GNL, lo cual implica una inversión significativa y, en muchos casos, un rediseño del espacio de almacenamiento a bordo.
Además, el bunkering de GNL exige protocolos de seguridad muy estrictos, formación especializada del personal y una coordinación precisa entre buque, proveedor y terminal para evitar riesgos durante la carga del combustible. La temperatura criogénica a la que se almacena el GNL (unos -160 °C) y su potencial evaporación (boil-off gas) suponen desafíos adicionales que deben ser cuidadosamente gestionados.
Impacto económico y evolución del coste del GNL
Otro aspecto clave para su adopción generalizada es la competitividad económica del GNL frente a otras opciones disponibles. Aunque en muchos casos su precio por unidad energética ha resultado competitivo, su volatilidad depende del contexto geopolítico, la disponibilidad global y la demanda del mercado energético general, no solo del sector marítimo.
La guerra en Ucrania, por ejemplo, provocó tensiones en el suministro de gas natural en Europa, afectando también al GNL destinado a bunkering. Esto puso de manifiesto la necesidad de contar con fuentes diversificadas de aprovisionamiento y mecanismos de estabilidad en los contratos de suministro para evitar que el precio sea una barrera para su implantación a largo plazo.
Compatibilidad con los objetivos de transición energética
Aunque el GNL no es una solución neutra en carbono, actúa como combustible de transición viable, capaz de reducir la huella ambiental del transporte marítimo de forma inmediata. Su compatibilidad con biometano y otros gases renovables abre la puerta a soluciones híbridas que prolongan su utilidad sin requerir una transformación radical de infraestructuras.























